jueves, febrero 23, 2006

Nº 2:
Una errante juventud

Las pocas personas que integraban su círculo social, se refirieron a ella como una mujer “difícil de tratar”, algo fría cuando debía enfrentarse a un grupo desconocido de gente; pero que demostraba toda su pasión a la hora de emprender algún proyecto, tanto de índole personal como profesional.

Sin embargo, esos mismos amigos que soportaron sus rabietas artísticas en la adultez, compartieron con la comunicadora social en el colegio Champagnat de Villa Alemana o en la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica de Valparaíso, por lo que conocen las razones de su extraño comportamiento en la última etapa de su existencia.

Según Cristina Lobos, una de sus mayores confidentes, “ella estaba muy emocionada por titularse y comenzar a trabajar (...) creía que nada podía fallar, porque hasta ese minuto su vida había sido color de rosa”. Y así fue; a sólo meses de finalizar su carrera, la casa de estudios que la acogió durante cinco años le ofreció el puesto de Jefa de Docencia de Periodismo, lo cual no le agradó por completo debido a las miserables remuneraciones, pero finalmente aceptó.

Los problemas comenzaron una vez que la carrera que dirigía fue suspendida en 2010, debido a un supuesto lavado de dinero por parte de los altos mandos. Esto motivó el despido de la planta administrativa y, por supuesto, un incierto futuro para Daniela Pérez.

Su madre, Mónica Núñez, recuerda claramente ese momento: “Ya no era la Danielita de antes, la que trabajaba a sol y a sombra... aunque me cueste reconocerlo, era una basura de persona durante esa época”. De acuerdo a las declaraciones de familiares, su aspecto físico era cada vez más nefasto, comenzó a relacionarse con personas de dudosa reputación, y sus aspiraciones profesionales eran casi nulas.

En medio de esta constante búsqueda de identidad, Daniela recurrió a oficios poco ortodoxos, como stríper –días que pasaron sin pena ni gloria rápidamente-, sepulturera en el cementerio número dos de Valparaíso, y directora nacional de la secta Los Niños de Dios. Fue expulsada de cada uno de ellos por sus aires de grandeza y constantes atrasos.

Cuando pensó que todo estaba perdido –según relató en su autobiografía “Todas las ramas tocan el Cielo”-, un viejo amigo le habló de un viaje que había emprendido meses atrás al extremo sur del país. La idea le pareció tan fascinante, que al día siguiente compró un pasaje sólo de ida a Tierra del Fuego.

Lo que parecía una locura pasajera para sus familiares y amigos, se transformó en la bizarra realidad que Daniela insistía en vivir. Sus acciones parecían emular la vida de esos poetas malditos de antaño; por ello, el apodo otorgado años después por sus colegas, la “Periodista Maldita”.

Irónicamente, una vez que estuvo a miles de kilómetros, el teléfono de su hogar en Villa Alemana no paró de sonar con ofertas laborales. Los medios la querían porque estaban enterados del magnífico modo en que la escritora podía burlarse del mundo, y salirse con la suya. Una colección de cuentos cortos, presentada unos meses antes de su viaje al sur, había dejado boquiabiertos a los críticos.

lunes, febrero 20, 2006

Murió la Periodista Maldita que hizo historia


Los 50 años de Amor, Locura y Muerte

Pocas veces una persona ha sido tan venerada en vida como la multifacética periodista Daniela Pérez. Sin embargo, ese afán por destacar en lo no destacable -y que la hizo famosa en Latinoamérica-, fue el que la condujo por el intrincado camino que esta semana determinó su muerte.

No podía ser de otro modo, el funeral de la “anti-periodista” se celebró con la parafernalia que caracterizó su medio siglo de vida: siguiendo al pie de la letra las indicaciones de su testamento, el cuerpo de Daniela fue embalsamado y llevado hasta una exposición permanente en el Paseo Latorre, centro de su querida Villa Alemana.

La conmemoración de su quincuagésimo cumpleaños –el 1 de mayo pasado-, fue la ocasión en que todo terminó para la extravagante profesional, quien paradójicamente aprovechó de anunciar el lanzamiento de un nuevo libro dedicado a su esposo, “Cómo vivir con un yagán y no morir en el intento”.

La causa de su muerte correspondió a un severo trauma encéfalo craneano, sufrido al momento de caer estrepitosamente por las escaleras de su hogar. Sin embargo, durante la autopsia también se determinó que sus niveles de colesterol se encontraban cuatro veces por sobre la media, por lo que no se descarta una serie de pequeños ataques cardíacos, producidos minutos antes del desplome mortal.
Puesto que la fecha de su nacimiento y fallecimiento ya era feriado mundial –se celebra el Día del Trabajo-, las autoridades gubernamentales decretaron que mayo dejará de denominarse el Mes del Mar, y pasará a ser conocido como “Los 31 días de Daniela”, en honor a la escritora.